Querido Yo del Futuro, te amo y te envie 2 cartas pq te voy a querer y quiero que me recuardes y te llegara otra carta más adelante y pues te queria hablar de algo.... te pondre algo de google xdddd En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.) Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irán a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. 2 Tú me quieres blanca, de Alfonsina Storni Tú me quieres alba, me quieres de espumas, me quieres de nácar. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada . Ni un rayo de luna filtrado me haya. Ni una margarita se diga mi hermana. Tú me quieres nívea, tú me quieres blanca, tú me quieres alba. Tú que hubiste todas las copas a mano, de frutos y mieles los labios morados. Tú que en el banquete cubierto de pámpanos dejaste las carnes festejando a Baco. Tú que en los jardines negros del Engaño vestido de rojo corriste al Estrago. Tú que el esqueleto conservas intacto no sé todavía por cuáles milagros, me pretendes blanca (Dios te lo perdone), me pretendes casta (Dios te lo perdone), ¡me pretendes alba! Huye hacia los bosques, vete a la montaña; límpiate la boca; vive en las cabañas; toca con las manos la tierra mojada; alimenta el cuerpo con raíz amarga; bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua: Habla con los pájaros y lévate al alba. Y cuando las carnes te sean tornadas, y cuando hayas puesto en ellas el alma que por las alcobas se quedó enredada, entonces, buen hombre, preténdeme blanca, preténdeme nívea, preténdeme casta. 3 Gacela de la terrible presencia, de Federico García Lorca Yo quiero que el agua se quede sin cauce. Yo quiero que el viento se quede sin valles. Quiero que la noche se quede sin ojos y mi corazón sin la flor del oro. Que los bueyes hablen con las grandes hojas y que la lombriz se muera de sombra. Que brillen los dientes de la calavera y los amarillos inunden la seda. Puedo ver el duelo de la noche herida luchando enroscada con el mediodía. Resisto un ocaso de verde veneno y los arcos rotos donde sufre el tiempo. Pero no me enseñes tu limpio desnudo como un negro cactus abierto en los juncos. Déjame en un ansia de oscuros planetas, ¡pero no me enseñes tu cintura fresca! 4 Me gusta cuando callas, de Pablo Neruda Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. 5 Amor constante más allá de la muerte, de Francisco de Quevedo Cerrar podrá mis ojos la postrera Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía Hora, a su afán ansioso lisonjera; Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa. Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado, Médulas, que han gloriosamente ardido, Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado. 6 Por una mirada, un mundo, de Gustavo Adolfo Bécquer Por una mirada, un mundo, por una sonrisa, un cielo, por un beso… ¡yo no sé qué te diera por un beso! 7 Palabras para Julia, de José Agustín Goytosolo Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable. Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego. Te sentirás acorralada te sentirás perdida o sola tal vez querrás no haber nacido. Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto que es un asunto desgraciado. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. La vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor. Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada. Pero yo cuando te hablo a ti cuando te escribo estas palabras pienso también en otra gente. Tu destino está en los demás tu futuro es tu propia vida tu dignidad es la de todos. Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre sus canciones. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo. La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos. Por lo demás no hay elección y este mundo tal como es será todo tu patrimonio. Perdóname no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino. Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. los mejores poemas de rafael alberti 8 Se equivocó la paloma, de Rafael Alberti Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo; que la noche la mañana. Se equivocaba. Que las estrellas eran rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón su casa. Se equivocaba. (Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama.) 9 A una rosa, de Góngora Ayer naciste, y morirás mañana. Para tan breve ser, ¿quién te dio vida? ¿Para vivir tan poco estás lucida? Y, ¿para no ser nada estás lozana? Si te engañó su hermosura vana, bien presto la verás desvanecida, porque en tu hermosura está escondida la ocasión de morir muerte temprana. Cuando te corte la robusta mano, ley de la agricultura permitida, grosero aliento acabará tu suerte. No salgas, que te aguarda algún tirano; dilata tu nacer para la vida, que anticipas tu ser para tu muerte. Ya besando unas manos cristalinas, ya anudándose a un blanco y liso cuello, ya esparciendo por él aquel cabello que Amor sacó entre el oro de sus minas, ya quebrando en aquellas perlas finas palabras dulces mil sin merecello, ya cogiendo de cada labio bello purpúreas rosas sin temor de espinas, estaba, oh, claro sol invidïoso, cuando tu luz, hiriéndome los ojos, mató mi gloria y acabó mi suerte. Si el cielo ya no es menos poderoso, porque no den los suyos más enojos, rayos, como a tu hijo, te den muerte. 10 A un olmo seco, de Antonio Machado Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. 11 Ir y quedarse, de Lope de Vega Ir y quedarse, y con quedar partirse, partir sin alma, y ir con alma ajena, oír la dulce voz de una sirena y no poder del árbol desasirse; arder como la vela y consumirse, haciendo torres sobre tierna arena; caer de un cielo, y ser demonio en pena, y de serlo jamás arrepentirse; hablar entre las mudas soledades, pedir prestada sobre fe paciencia, y lo que es temporal llamar eterno; creer sospechas y negar verdades, es lo que llaman en el mundo ausencia, fuego en el alma, y en la vida infierno. 12 Volverán las oscuras golondrinas, de Gustavo Adolfo Bécquer Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres… ¡esas… no volverán!. Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas… no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán! 13 Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se passa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el plazer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parescer, cualquiere tiempo passado fue mejor. 14 La voz a ti debida, de Pedro Salinas Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas. De tus ojos, sólo de ellos, sale la luz que te guía los pasos. Andas por lo que ves. Nada más. Y si una duda te hace señas a diez mil kilómetros, lo dejas todo, te arrojas sobre proas, sobre alas, estás ya allí; con los besos, con los dientes la desgarras: ya no es duda. Tú nunca puedes dudar. Porque has vuelto los misterios del revés. Y tus enigmas, lo que nunca entenderás, son esas cosas tan claras: la arena donde te tiendes, la marcha de tu reloj y el tierno cuerpo rosado que te encuentras en tu espejo cada día al despertar, y es el tuyo. Los prodigios que están descifrados ya. Y nunca te equivocaste, más que una vez, una noche que te encaprichó una sombra -la única que te ha gustado-. Una sombra parecía. Y la quisiste abrazar. Y era yo. 15 Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre escarchaba de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma, al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor. La carne aleteante, súbito el párpado, y el niño como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre. 16 Hija del viento, de Alejandra Pizarnik Han venido. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencias, a llanto. Pero tú alimentas al miedo y a la soledad como a dos animales pequeños perdidos en el desierto. Han venido a incendiar la edad del sueño. Un adiós es tu vida. Pero tú te abrazas como la serpiente loca de movimiento que sólo se halla a sí misma porque no hay nadie. Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan. 17 La canción del pirata, de José de Espronceda Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul; «Navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. »Veinte presas hemos hecho a despecho, del inglés, »y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. »Y no hay playa sea cualquiera, ni bandera de esplendor, »que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »A la voz de ¡barco viene! es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer. »En las presas yo divido lo cogido por igual: »sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »¡Sentenciado estoy a muerte!; yo me río; no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna entena quizá en su propio navío. »Y si caigo ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, »cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »Son mi música mejor aquilones el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones. »Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, »yo me duermo sosegado arrullado por el mar. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar». 18 Como una sola flor desesperada, de Juana de Ibarbourou Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento, desde la herida bruja hasta su beso. Mi vida es de tu vida tributaria, ya te parezca tumulto, o solitaria, como una sola flor desesperada. Depende de él como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, que solo en él respira levantada. 19 El remordimiento, de Jorge Luis Borges He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego. Los defraudé. No fui feliz. Cumplida no fue su joven voluntad. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías. Me legaron valor. No fui valiente. No me abandona. Siempre está a mi lado La sombra de haber sido un desdichado. 20 Si el hombre pudiera decir, de Luis Cernuda Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquel que imaginaba; aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 21 Corazón coraza, de Mario Benedetti Porque te tengo y no porque te pienso porque la noche está de ojos abiertos porque la noche pasa y digo amor porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes porque eres linda desde el pie hasta el alma porque eres buena desde el alma a mí porque te escondes dulce en el orgullo pequeña y dulce corazón coraza porque eres mía porque no eres mía porque te miro y muero y peor que muero si no te miro amor si no te miro porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero porque tu boca es sangre y tienes frío tengo que amarte amor tengo que amarte aunque esta herida duela como dos aunque te busque y no te encuentre y aunque la noche pase y yo te tenga y no. 22 Campanas de Bastabales, de Rosalía de Castro Campanas de Bastabales, cuando os oigo tocar, me muero de añoranzas. I Cuando os oigo tocar, campanitas, campanitas, sin querer vuelvo a llorar. Cuando de lejos os oigo pienso que por mí llamáis y de las entrañas me duelo. Me duelo de dolor herida, que antes tenía vida entera y hoy tengo media vida. Sólo media me dejaron los que de allá me trajeron, los que de allá me robaron. No me robaron, traidores, ¡ay!, unos amores locos, ¡ay!, unos locos amores. Que los amores ya huyeron, las soledades vinieron… de pena me consumieron. II Allá por la mañanita subo sobre los oteros ligerita, ligerita. Como una cabra ligera para oir de las campanas la campanada primera. La primera de la alborada que me traen los aires por verme más consolada. Por verme menos llorosa, en sus alas me la traen retozona y quejumbrosa. Quejumbrosa y temblando entre la verde espesura, entre la verde arboleda. Y por la verde pradera, sobre la vega llana, juguetona y juguetona. III Despacito, despacito voy por la tarde callada de Bastabales camino. Camino de mi contento; y en tanto el sol no se esconde en una piedrita me siento. y sentada estoy mirando como la luna va saliendo, como el sol se va poniendo. Cual se acuesta, cual se esconde mientras tanto corre la luna sin saberse para dónde. Para dónde va tan sola sin que a los tristes que la miramos ni nos hable ni nos oiga Que si oyera y nos hablara muchas cosas le dijera, muchas cosas le contara. IV Cada estrella, su diamante; cada nube, blanca pluma; triste la luna marcha delante. Delante marcha clareando vegas, prados, montes ríos, donde el día va faltando Falta el día y noche oscura baja, baja, poco a poco, por montañas de verdor. De verdor y de follaje, salpicada de fuentecillas bajo la sombra del ramaje. Del ramaje donde cantan pajarillos piadores, que con la aurora se levantan. Que con la noche se adormecen para que canten los grillos que con las sombras aparecen. V Corre el viento, el río pasa. Corren nubes, nubes corren camino de mi casa. Mi casa, mi abrigo, se van todos, yo me quedo sin compañía ni amigo. Yo me quedo contemplando las llamas del hogar en las casitas por las que vivo suspirando. ………………………….. Viene la noche…, muere el día, las campanas tocan lejos las notas del Ave María. Ellas tocan para que rece; yo no rezo que los sollozos ahogándome parece que por mi tienen que rezar. Campanas de Bastabales cando vos oio tocar, me muero de añoranzas. 23 Noche oscura, de San Juan de la Cruz En una noche oscura con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. A oscuras, y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡Oh dichosa ventura! a oscuras, y en celada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada: oh noche que juntaste Amado con Amada. Amada en el Amado transformada! En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía. Quedeme, y olvideme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo, y dejeme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. Mujer con alcuza, de Dámaso Alonso 24 Mujer con alcuza, de Dámaso Alonso ¿Adónde va esa mujer, arrastrándose por la acera, ahora que ya es casi de noche, con la alcuza en la mano? Acercaos: no nos ve. Yo no sé qué es más gris si el acero frío de sus ojos, si el gris desvaído de ese chal con el que se envuelve el cuello y la cabeza o si el paisaje desolado de su alma. Va despacio, arrastrando los pies desgastando suela, desgastando losa, pero llevada por un terror oscuro, por una voluntad de esquivar algo horrible. Sí, estamos equivocados. Esta mujer no avanza por la acera de esta ciudad, esta mujer va por un campo yerto, entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes y tristes caballones, de humana dimensión, de tierra removida de tierra que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó, entre abismales pozos sombríos, y turbias simas súbitas llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza. Oh sí, la conozco. Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren en un tren muy largo ha viajado durante muchos días y durante muchas noches: unas veces nevaba y hacía mucho frío, otras veces lucía el sol y remejía el viento arbustos juveniles en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas. Y ella ha viajado y ha viajado, mareada por el ruido de la conversación, por el traqueteo de las ruedas y por el humo, por el olor a nicotina rancia. ¡Oh!: noches y días, días y noches, noches y días, días y noches, y muchos, muchos días, y muchas, muchas noches. Pero el horrible tren ha ido parando en tantas estaciones diferentes, que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban, ni los sitios, ni las épocas. Ella recuerda sólo que en todas hacía frío, que en todas estaba oscuro, y que al partir, al arrancar el tren ha comprendido siempre cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta, ha sentido siempre una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla, como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma, como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir. Pero las lúgubres estaciones se alejaban, y ella se asomaba frenética a las ventanillas, gritando y retorciéndose, sólo para ver alejarse en la infinita llanura eso, una solitaria estación un lugar señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico por una cruz bajo las estrellas, y por fin se ha dormido, sí, ha dormitado en la sombra, arrullada por un fondo de lejanas conversaciones por gritos ahogados y empañadas risas, como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas, sólo rasgadas de improviso por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche, o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas, … aún mareada por el humo del tabaco. Y ha viajado noches y días, sí, muchos días y muchas noches. Siempre parando en estaciones diferentes, siempre con un ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también, ay, para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables. … No ha sabido cómo. Su sueño era cada vez más profundo, iban cesando, casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor: sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras, algún chillido como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche. Y luego nada. Sólo la velocidad, sólo el traqueteo de maderas y hierro del tren, sólo el ruido del tren. Y esta mujer se ha despertado en la noche, y estaba sola, y ha mirado a su alrededor, y estaba sola y ha comenzado a correr por los pasillos del tren, de un vagón a otro, y estaba sola, y ha buscado al revisor, a los mozos del tren, a algún empleado, a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento, y estaba sola y ha gritado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado quién conducía, quien movía aquel horrible tren. Y no le ha contestado nadie, porque estaba sola, porque estaba sola. Y ha seguido días y días, loca, frenética, en el enorme tren vacío, donde no va nadie, que no conduce nadie. … Y ésa es la terrible, la estúpida fuerza sin pupilas, que aún hace que esa mujer avance y avance por la acera, desgastando la suela de sus viejos zapatones, desgastando las losas, entre zanjas abiertas a un lado y otro, entre caballones de tierra, de dos metros de longitud, con ese tamaño preciso de nuestra ternura de cuerpos humanos. Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza), abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita, como si caminara surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces, de cercanas cruces, de cruces lejanas. Ella, en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más se inclina va curvada como un signo de interrogación con la espina dorsal arqueada sobre el suelo. ¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera como si se asomara por la ventanilla de un tren, al ver alejarse la estación anónima en que se debía haber quedado? ¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro sus recuerdos de tierra en putrefacción, y se le tensan tirantes cables invisibles desde sus tumbas diseminadas? ¿O es que como esos almendros que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta conserva aún en el invierno el tierno vicio guarda aún el dulce álabe de la cargazón y de la compañía, en sus; tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros? 25 Octubre, de Juan Ramón Jiménez Estaba echado yo en la tierra, enfrente el infinito campo de Castilla, que el otoño envolvía en la amarilla dulzura de su claro sol poniente. Lento, el arado, paralelamente abría el haza oscura, y la sencilla mano abierta dejaba la semilla en su entraña partida honradamente Pensé en arrancarme el corazón y echarlo, pleno de su sentir alto y profundo, el ancho surco del terruño tierno, a ver si con partirlo y con sembrarlo, la primavera le mostraba al mundo el árbol puro del amor eterno. 26 Me basta así, de Ángel González Si yo fuese Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño -de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso-; entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego- callas… (Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres. Me basta.) 27 Quiéreme entera, de Dulce María Loynaz Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca, Y gris, verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta!… Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda… O no me quieras 28 Entre ir y quedarse, de Octavio Paz Entre irse y quedarse duda el día, enamorado de su transparencia. La tarde circular es ya bahía: en su quieto vaivén se mece el mundo. Todo es visible y todo es elusivo, todo está cerca y todo es intocable. Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz reposan a la sombra de sus nombres. Latir del tiempo que en mi sien repite la misma terca sílaba de sangre. La luz hace del muro indiferente un espectral teatro de reflejos. En el centro de un ojo me descubro; no me mira, me miro en su mirada. Se disipa el instante. Sin moverme, yo me quedo y me voy: soy una pausa. 29 La princesa está triste, de Rubén Darío La princesa está triste.. Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro; está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de Mayo, o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte; los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de marmol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste; la princesa está pálida.) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe (la princesa está pálida; la princesa está triste), más brillante que el alba, más hermoso que Abril! «Calla, calla, princesa» -dice el hada madrina-, «en caballo con alas hacia aquí se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor…» 30 Amor empieza por desasosiego, de Sor Juana de la Cruz Amor empieza por desasosiego, solicitud, ardores y desvelos; crece con riesgos, lances y recelos; susténtase de llantos y de ruego. Doctrínanle tibiezas y despego, conserva el ser entre engañosos velos, hasta que con agravios o con celos apaga con sus lágrimas su fuego. Su principio, su medio y fin es éste: ¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío de Celia, que otro tiempo bien te quiso? ¿Qué razón hay de que dolor te cueste? Pues no te engañó amor, Alcino mío, sino que llegó el término preciso. Foto de portada: grafiti de «El niño de las pinturas» 4.3/5 (439 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor) WhatsAppFacebookTwitterTelegramEmailCompartir También te puede interesar Los 10 mejores poemas del Siglo de Oro español Los 10 mejores poemas del Siglo de Oro español Los mejores poemas de amor Los mejores poemas de amor Los mejores poemas de sexo Los mejores poemas de sexo Laura di Verso Leo poesía, con o sin rima. Y me gusta que me cuenten cuentos. Frecuento las redes, poco, desde marzo de 2020, como @lauradiverso. Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. 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Se quedó en esa alforja oscura, Que tengo yo que mi amistad procura… Y más…. 186 Responder David David 2 años hace Ok -14 Responder Poeta anónimo Poeta anónimo 2 años hace Altazor es el mejor poema en español que existe 7 Responder Margarita del Rocío Margarita del Rocío 2 años hace Me faltó «Muerte sin fin» de Gorostiza 1 Responder jesus beltran jesus beltran 2 años hace Solo el memo inventa un reto a su medida para parecer valiente. -21 Responder Dulce María León Dulce María León 2 años hace Hace un tiempo leí un poema que se titula «»EL HUECO»» no recuerdo el poeta, lo he buscado de muchas maneras y no aparece, escribo un fragmento por si alguien lo tiene me lo envíe por favor EL HUECO AQUEL QUE TU DEJASTE EN MI ALMOHADA QUE FUERA CABEZAL DE TANTOS SUEÑOS DE AMOR, hasta ahí lo recuerdo, gracias 24 Responder Rosana Rosana 2 años hace Responder a Dulce María León Borges escribió algo muy parecido: …Dime por favor cuál es el rincón en que no dejaste tu presencia. Dime por favor cuál es el hueco de mi almohada que no tiene escondidos tus recuerdos … 13 Responder Bertoldo Herrrera Gitterman Bertoldo Herrrera Gitterman 1 año hace Responder a Dulce María León Suena abueno. 0 Responder jorge beltran jorge beltran 2 meses hace Responder a Dulce María León Es de una atora boliviana Dany 0 Responder Raúl Raúl 2 años hace Muy buena selección. Enhorabuena. 4 Responder Hugo Hernán Aparicio Reyes Hugo Hernán Aparicio Reyes 2 años hace Respeto el gusto de Laura, su selección, sujeta desde luego a algún criterio no hecho público. Hago dos pequeñas glosas. No por acercar los poemas al lector, se deben titular. El poema 15 del libro de Neruda, Veinte poemas de amor… carece de título, al igual que el poema LIII del libro, Rimas y leyendas, de G A. Bécquer. 2 Responder Jazmín Jazmín 9 meses hace Responder a Hugo Hernán Aparicio Reyes Ella dijo: «Ahí van mis treinta; los de Laura di Verso». Son los de ella, los tuyos serán distintos, y los míos también, no es maravilloso ver el alma de otro? tal vez cuatro a cinco de mis favoritos están en la lista de Laura, pero eso no desmerece su lista , porque es «su» lista 0 Responder Floridor Rivera Floridor Rivera 2 años hace revisa la obra Oscar Castro -6 Responder SIG SIG 2 años hace Más allá de la selección, que es muy subjetiva, me ha parecido un crimen el tomarse la libertad de traducir a Rosalía de Castro del gallego original al español, queda una cosa grotesca que no hace justicia a tal poetisa. Además, no es necesario mencionar que no pinta nada en un artículo de mejores poesías en español un poema originalmente en gallego. ¡Será que no hay buenos poetas en legua castellana que se han quedado fuera! -5 Responder María del Carmen Guzmán María del Carmen Guzmán 2 meses hace Responder a SIG Rosalía de Castro también escribía en español, así que podrían haber puesto alguna de ellas, digo yo. -1 Responder Sergio Suelves Sergio Suelves 2 años hace Ausencias terribles: Vallejo, Valdelomar, watanabe, Varela, Gioconda Bellí, karmelo Iribarren, José Emilio Pacheco, Lauen Mendinueta, Raquel Lanseros, entre otros. 9 Responder cuenta secundaria xocas cuenta secundaria xocas 2 años hace Responder a Sergio Suelves gracias, mi madre viene por mi. -3 Responder Alejandro Medina Alejandro Medina 2 años hace Thomas Merton dijo que después de Dante, el más grande Poeta fue César Vallejo, y no aparece en lista. Creo que es una omisión importante. 0 Responder Nora Nora 2 años hace Responder a Alejandro Medina Coincido contigo, Alejandro. -6 Responder Luis Armando Sánchez Luis Armando Sánchez 2 años hace De Rubén Darío hay mejores poemas, además lo dejó de último. Debió ponerle otro título a esta publicación. -2 Responder Bacilio Rojas Bacilio Rojas 2 años hace Responder a Luis Armando Sánchez El verdadero nombre del poema de Rubén Darío es «Sonatina,» y no el verso que aparece como título. Saludos. -1 Responder Enrique Pilarte Enrique Pilarte 1 año hace Responder a Luis Armando Sánchez Es simplemente imposible decir que se presentarán los 30, o los 300, mejores poemas en español. Hay tantos excelentes, geniales, que siempre se echarán en falta muchos, no importan los gustos o criterios de quienes los seleccionen. Ya en gustos personales, me gustan más de Rubén Darío «Lo Fatal», «La Marcha Triunfal» o «Los Motivos del Lobo». 3 Responder Pablo Pablo 2 años hace Sin dudas falta de Neruda, puedo escribir los versos más tristes está noche….para ni lejos el.mejor. 5 Responder Luis Luis 2 años hace Vallejo, siempre dame a Vallejo 3 Responder Juan Francisco Juan Francisco 2 años hace Faltó José Ángel Buesa!!! 8 Responder Rafael Piña Rafael Piña 1 año hace Responder a Juan Francisco Sin duda alguna uno de los mejores versificadores románticos del siglo 20 es el cubano José Ángel Buesa, el cual dedicó sus cantos a las inquietudes y experiencias del amor. Buena selección aunque hay muchos poemas que han quedado por fuera. Imposible resulta la tarea de compilarlos todos. En mi experiencia personal he escuchado declamando a poetas del verso rimado y blanco por acá en mi pueblo que son muy buenas plumas y literalmente son desconocidos ante el mundo. En mi país hay varios de repercusión nacional e internacional como Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre y uno de los mejores que he podido leer como lo es Cruz María Salmerón Acosta. Saludos y respetos desde Venezuela. 2 Responder Samuel Morales Samuel Morales 2 años hace Es una selección personal, no materia de fe. Cada quien tiene sus gustos y preferencias, lo que no va en desdoro de la poemas propuestos. 5 Responder María Cristina Viegas María Cristina Viegas 1 año hace Bellísimo! Me emocionó 4 Responder Ju@n Ju@n 1 año hace Es muy buena la seleccion, por los ya conocidos y por los que descubrí. Gracias. Abrazos 1 Responder tu se tu se 1 año hace ¿Cómo no va a ser buena una selección de 30 poemas de la literatura española? ¿Cómo no vamos a echar de menos algunos poemas de la literatura española en una selección de solo 30 poemas? Podrías haberla hecho de 300 y estaríamos igual. Yo me alegro de haberme encontrado la tuya. Gracias. 9 Responder Jazmín Jazmín 9 meses hace Responder a tu se Exacto! coincido, no falta, no sobra, es solo que en la riqueza de la poesía, hay para todos los gustos, todos tenemos una lista de los que a nuestro parecer, son los 30 mejores, y cada lista de cada uno de nosotros será distinta, ninguna está errada, solo somos diferentes. Gracias Laura 0 Responder Jazmín Jazmín 9 meses hace Saludos, he estado buscando un poema y no lo consigo en la red, si alguien me ayudara, escribo la última estrofa (de niña la sabía completa, he olvidado estrofas y no la encuentro para refrescar mi memoria) gracias adelantadas a cualquiera que me ayude: Empieza: Rival al tirar los dados, nunca lo encontró la reina Termina: Yo no necesito nada, es mía toda la tierra por techado tengo el cielo, sol y luna por linterna por hogar el bosque umbrío, por lecho la verde hierba y para ser rey del todo, hasta el beso de una reina! 0 Responder ricardo rodiño ricardo rodiño 9 meses hace como toda lista es personal. Yo agregaría Ajedrez de Borges! una genialidad -2 Responder Gallo Gallo 7 meses hace Coincido con quienes dicen que no falta ni sobra. El arte no es un ranking. Dicho eso y en gran parte a causa de ser chileno, me permito recomendarles algunos autores. Pablo de Rokha, Raúl Zurita, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier. -1 Responder Anibal Anibal 5 meses hace ¡Y amarle pude! Al sol de la existencia se abría apenas soñadora el alma… Perdió mi pobre corazón su calma desde el fatal instante en que le hallé. Sus palabras sonaron en mi oído como música blanda y deliciosa; subió a mi rostro el tinte de la rosa; como la hoja en el árbol vacilé. Su imagen en el sueño me acosaba siempre halagüeña, siempre enamorada; mil veces sorprendiste, madre amada, en mi boca un suspiro abrasador; y era él quien lo arrancaba de mi pecho; él, la fascinación de mis sentidos; él, ideal de mis sueños más queridos; él, mi primero, mi ferviente amor. Sin él, para mí el campo placentero en vez de flores me obsequiaba abrojos; sin él eran sombríos a mis ojos del sol los rayos en el mes de abril. Vivía de su vida apasionada; era el centro de mi alma el amor suyo; era mi aspiración, era mi orgullo… ¿Por qué tan presto me olvidaba el vil? No es mío ya su amor, que a otra prefiere. Sus caricias son frías como el hielo; es mentira su fe, finge desvelo… Mas no me engañará con su ficción… ¡Y amarle pude, delirante, loca! ¡No, mi altivez no sufre su maltrato! Y si a olvidar no alcanzas al ingrato, ¡te arrancaré del pecho, corazón! 0 Responder paula paula 5 meses hace Responder a Anibal he aprobado 2 Responder hazel huete hazel huete 4 meses hace Responder a paula y que paso con Amado Nervo? ,el poema En Paz. alguien sabe la letra? -1 Responder Nohra Cecilia Nohra Cecilia 1 mes hace Alguien conoce un poema que dice: “No, no puedo borrarte de la piel de mis recuerdos. Y los dias pasan y las noches llegan tan tristes, que no me dan ganas de tener mañana…”? Lo Leia una y otra vez en mi adolescencia y no lo he podido encontrar ni en el internet, ni en los libros antiguos de poemas. Me encantaría poder volverlo a leer, solo me se ese pedacito… 0 Responder Ouka Lele, la chica que miró a una estrella imaginaria agosto 23, 2024/ Javier Memba Interesada por la creación artística desde que siendo niña admiraba con regularidad obsesiva los colores de las telas de El Prado, aquella Bárbara que miró a esa estrella se debatía entre el cómic —“figuración narrativa”, que aún llamaban al noveno arte en los catálogos de la pinacoteca madrileña—, la pintura y la fotografía. En 1976 publicó sus primeras instantáneas en el álbum colectivo Principio, 9 jóvenes fotógrafos españoles, una edición de Diorama. “Seis meses relacionándome con ese mundo y ya sabía hacer fotos. ¡Estaba loca!”, recordaría en 1983 en su texto de otro álbum colectivo: 11 fotógrafos españoles (Ediciones Poniente)…. Leer más Goya y Beethoven, mirar con los oídos, escuchar con los ojos agosto 23, 2024/ Marta Torres del Rincón Beethoven y Goya nunca se cruzaron, es probable que ni siquiera supieran el uno de la existencia del otro, y sin embargo sus vidas están llenas de coincidencias asombrosas. En este libro se muestran los paralelismos existentes entre estos dos artistas incluso más allá de la muerte, al tiempo que desmiente algunos de los rumores que han contaminado su memoria. En este making of, Marta Torres cuenta el origen de Goya y Beethoven. Un mismo tiempo, un mismo destino (La Esfera). ****** ¿Por qué con Beethoven? ¿Por qué quise comparar a esos dos grandes artistas? En aquel momento ni yo… Leer más El robot caprichoso agosto 23, 2024/ Agustín Rivera La obra: Esta es una obra extraña, una fenomenal rareza que asombra. Shinichi Hoshi es uno de los grandes autores japoneses y su obra es muy poco conocida en España. Llega de la mano de la Satori, imprescindible editorial especializada en literatura japonesa. Hoshi, maestro del relato y pionero de la ciencia ficción japonesa, despliega en El robot caprichoso, publicada por primera vez en Tokio en 1966, una formidable estructura basada en un lenguaje sencillo, que no plano: son cuentos cortos y de una estructura similar que en ningún caso resulta monótona. El principio: “—¡Por fin! — exclamó con emoción… Leer más Representar el mundo agosto 23, 2024/ Ricardo Martínez Llorca Que ética y estética son un mismo asunto es un principio que se defiende en el segundo ensayo, Dos jergas de la autenticidad, en el que Pasolini y Cien años de soledad, y la lectura que el italiano hizo del clásico colombiano, son los ejes sobre los que gira esta divagación: «Hay que desconfiar, como dijo Gómez Dávila, de la prosa que no sonríe». Espero que se nos disculpe, pues esta es la frase con la que se cierra el ensayo y la que contiene la hipótesis: sonreír es bueno estética y éticamente. Tal vez el único gesto del que… Leer más Those About to Die: Pan, circo y peplum de serie B agosto 23, 2024/ Juan Manuel González Emmerich, director de entretenidos films de catástrofes y ciencia ficción como Independence Day o El día de mañana, trata de aplicar a los primeros capítulos de Those About to Die la misma técnica narrativa que en sus películas corales de acción: presentar en el primer acto media docena de personajes (aquí bastantes más) con el convencimiento de que el espectador se sentirá interesado por sus acciones una vez ocurra el fin del mundo. El problema es que la serie de romanos de Emmerich no es un largometraje sino precisamente eso, una serie, y el resultado de los primeros dos capítulos… Leer más El mito de Alceste agosto 23, 2024/ Silvia @MientrasleoS En el libro, el autor presenta a Alicia Berenson, artista, acusada de haber asesinado a su marido disparándole varias veces en el rostro, cuando se encuentra recluida en un centro psiquiátrico de seguridad donde se ha negado a emitir palabra alguna durante el tiempo de su confinamiento. Allí la encuentra Theo Faber, que ha removido cielo y tierra hasta lograr su traslado para poder tratar a esta mujer cuyo caso le obsesiona desde hace años, logrando que el lector se pregunte desde las primeras páginas qué sucede bajo la superficie del terapeuta para tener tanto interés en Alicia. Y es… Leer más Zenda recomienda: Un tiburón en la bañera, de David Machado y Paulo Galindro agosto 23, 2024/ zendalibros.com La propia editorial apunta, acerca del libro: «Un niño y su abuelo pescan un tiburón. Como es demasiado grande para compartir la pecera con un pececillo verde llamado Osvaldo, deciden que lo mejor es que el tiburón duerma en la bañera, con el agua siempre limpia y salada. El niño decide llevar el tiburón a la escuela para mostrarlo a sus amigos. Creía que era una idea fantástica pero torno en catastrófica pues el escualo mordió los semáforos, las mochilas… Y esto solo acaba de empezar…». David Machado (Lisboa, 1978) es autor de varias novelas y libros de relatos, y… Leer más 5 poemas de Antón Castro agosto 23, 2024/ Laura di Verso En este poemario encontramos al Antón Castro más genuino e inconfundible, el que escribe sobre paisajes y honra a personajes, el que habla del amor y contempla la belleza, el que recuerda su infancia y viaja hacia lo mejor de sí mismo. Probablemente sea éste su mejor poemario. En Zenda reproducimos cinco poemas de En el centro del jardín (Olifante), de Antón Castro. ****** EL PASEO Habían quedado una mañana de domingo en una plaza abierta a todos los vientos en un día de intenso calor. Tardaron en encontrarse, la vida siempre tiende emboscadas que retrasan la cita, el sueño,… Leer más 100 mejores películas del siglo XX XL Semanal ¿Cuáles son tus 10 favoritas? ¡Vota! 2.000 EUROS EN PREMIOS Concurso de poesía #veranoenverso Fantomas, novedad de Zenda-Edhasa Descarga gratis Cartas a una reina Descarga gratuita Lo último en XL Semanal XL Semanal Claude, la nueva inteligencia artificial que se ríe de ChatGPT Artículos de Pérez-Reverte El Cabo del Fin del Mundo El bar de Zenda 22 Ago 2024 Una historia de Europa (LXXXVI) El bar de Zenda 15 Ago 2024 ‘Oikofobia’: odiar la casa donde vives El bar de Zenda 08 Ago 2024 Hemeroteca agosto 2024 (224) julio 2024 (317) Bienvenidos a Zenda «Zenda es un territorio de libros y amigos. Sean bienvenidos. Feliz estancia y felices libros.» Arturo Pérez-Reverte Copyright © Zenda · Aviso Legal · Política de Privacidad · Política de Cookies · Participa · Mapa Web ISSN 2605-0269
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Querido Yo del Futuro, te amo y te envie 2 cartas pq te voy a querer y quiero que me recuardes y te llegara otra carta más adelante y pues te queria hablar de algo.... te pondre algo de google xdddd En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.) Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irán a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. 2 Tú me quieres blanca, de Alfonsina Storni Tú me quieres alba, me quieres de espumas, me quieres de nácar. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada . Ni un rayo de luna filtrado me haya. Ni una margarita se diga mi hermana. Tú me quieres nívea, tú me quieres blanca, tú me quieres alba. Tú que hubiste todas las copas a mano, de frutos y mieles los labios morados. Tú que en el banquete cubierto de pámpanos dejaste las carnes festejando a Baco. Tú que en los jardines negros del Engaño vestido de rojo corriste al Estrago. Tú que el esqueleto conservas intacto no sé todavía por cuáles milagros, me pretendes blanca (Dios te lo perdone), me pretendes casta (Dios te lo perdone), ¡me pretendes alba! Huye hacia los bosques, vete a la montaña; límpiate la boca; vive en las cabañas; toca con las manos la tierra mojada; alimenta el cuerpo con raíz amarga; bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua: Habla con los pájaros y lévate al alba. Y cuando las carnes te sean tornadas, y cuando hayas puesto en ellas el alma que por las alcobas se quedó enredada, entonces, buen hombre, preténdeme blanca, preténdeme nívea, preténdeme casta. 3 Gacela de la terrible presencia, de Federico García Lorca Yo quiero que el agua se quede sin cauce. Yo quiero que el viento se quede sin valles. Quiero que la noche se quede sin ojos y mi corazón sin la flor del oro. Que los bueyes hablen con las grandes hojas y que la lombriz se muera de sombra. Que brillen los dientes de la calavera y los amarillos inunden la seda. Puedo ver el duelo de la noche herida luchando enroscada con el mediodía. Resisto un ocaso de verde veneno y los arcos rotos donde sufre el tiempo. Pero no me enseñes tu limpio desnudo como un negro cactus abierto en los juncos. Déjame en un ansia de oscuros planetas, ¡pero no me enseñes tu cintura fresca! 4 Me gusta cuando callas, de Pablo Neruda Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. 5 Amor constante más allá de la muerte, de Francisco de Quevedo Cerrar podrá mis ojos la postrera Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía Hora, a su afán ansioso lisonjera; Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa. Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado, Médulas, que han gloriosamente ardido, Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado. 6 Por una mirada, un mundo, de Gustavo Adolfo Bécquer Por una mirada, un mundo, por una sonrisa, un cielo, por un beso… ¡yo no sé qué te diera por un beso! 7 Palabras para Julia, de José Agustín Goytosolo Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable. Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego. Te sentirás acorralada te sentirás perdida o sola tal vez querrás no haber nacido. Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto que es un asunto desgraciado. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. La vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor. Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada. Pero yo cuando te hablo a ti cuando te escribo estas palabras pienso también en otra gente. Tu destino está en los demás tu futuro es tu propia vida tu dignidad es la de todos. Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre sus canciones. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo. La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos. Por lo demás no hay elección y este mundo tal como es será todo tu patrimonio. Perdóname no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino. Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. los mejores poemas de rafael alberti 8 Se equivocó la paloma, de Rafael Alberti Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo; que la noche la mañana. Se equivocaba. Que las estrellas eran rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón su casa. Se equivocaba. (Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama.) 9 A una rosa, de Góngora Ayer naciste, y morirás mañana. Para tan breve ser, ¿quién te dio vida? ¿Para vivir tan poco estás lucida? Y, ¿para no ser nada estás lozana? Si te engañó su hermosura vana, bien presto la verás desvanecida, porque en tu hermosura está escondida la ocasión de morir muerte temprana. Cuando te corte la robusta mano, ley de la agricultura permitida, grosero aliento acabará tu suerte. No salgas, que te aguarda algún tirano; dilata tu nacer para la vida, que anticipas tu ser para tu muerte. Ya besando unas manos cristalinas, ya anudándose a un blanco y liso cuello, ya esparciendo por él aquel cabello que Amor sacó entre el oro de sus minas, ya quebrando en aquellas perlas finas palabras dulces mil sin merecello, ya cogiendo de cada labio bello purpúreas rosas sin temor de espinas, estaba, oh, claro sol invidïoso, cuando tu luz, hiriéndome los ojos, mató mi gloria y acabó mi suerte. Si el cielo ya no es menos poderoso, porque no den los suyos más enojos, rayos, como a tu hijo, te den muerte. 10 A un olmo seco, de Antonio Machado Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. 11 Ir y quedarse, de Lope de Vega Ir y quedarse, y con quedar partirse, partir sin alma, y ir con alma ajena, oír la dulce voz de una sirena y no poder del árbol desasirse; arder como la vela y consumirse, haciendo torres sobre tierna arena; caer de un cielo, y ser demonio en pena, y de serlo jamás arrepentirse; hablar entre las mudas soledades, pedir prestada sobre fe paciencia, y lo que es temporal llamar eterno; creer sospechas y negar verdades, es lo que llaman en el mundo ausencia, fuego en el alma, y en la vida infierno. 12 Volverán las oscuras golondrinas, de Gustavo Adolfo Bécquer Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres… ¡esas… no volverán!. Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas… no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán! 13 Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se passa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el plazer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parescer, cualquiere tiempo passado fue mejor. 14 La voz a ti debida, de Pedro Salinas Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas. De tus ojos, sólo de ellos, sale la luz que te guía los pasos. Andas por lo que ves. Nada más. Y si una duda te hace señas a diez mil kilómetros, lo dejas todo, te arrojas sobre proas, sobre alas, estás ya allí; con los besos, con los dientes la desgarras: ya no es duda. Tú nunca puedes dudar. Porque has vuelto los misterios del revés. Y tus enigmas, lo que nunca entenderás, son esas cosas tan claras: la arena donde te tiendes, la marcha de tu reloj y el tierno cuerpo rosado que te encuentras en tu espejo cada día al despertar, y es el tuyo. Los prodigios que están descifrados ya. Y nunca te equivocaste, más que una vez, una noche que te encaprichó una sombra -la única que te ha gustado-. Una sombra parecía. Y la quisiste abrazar. Y era yo. 15 Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre escarchaba de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma, al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor. La carne aleteante, súbito el párpado, y el niño como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre. 16 Hija del viento, de Alejandra Pizarnik Han venido. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencias, a llanto. Pero tú alimentas al miedo y a la soledad como a dos animales pequeños perdidos en el desierto. Han venido a incendiar la edad del sueño. Un adiós es tu vida. Pero tú te abrazas como la serpiente loca de movimiento que sólo se halla a sí misma porque no hay nadie. Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan. 17 La canción del pirata, de José de Espronceda Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul; «Navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. »Veinte presas hemos hecho a despecho, del inglés, »y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. »Y no hay playa sea cualquiera, ni bandera de esplendor, »que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »A la voz de ¡barco viene! es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer. »En las presas yo divido lo cogido por igual: »sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »¡Sentenciado estoy a muerte!; yo me río; no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna entena quizá en su propio navío. »Y si caigo ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, »cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. »Son mi música mejor aquilones el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones. »Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, »yo me duermo sosegado arrullado por el mar. »Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar». 18 Como una sola flor desesperada, de Juana de Ibarbourou Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento, desde la herida bruja hasta su beso. Mi vida es de tu vida tributaria, ya te parezca tumulto, o solitaria, como una sola flor desesperada. Depende de él como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, que solo en él respira levantada. 19 El remordimiento, de Jorge Luis Borges He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego. Los defraudé. No fui feliz. Cumplida no fue su joven voluntad. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías. Me legaron valor. No fui valiente. No me abandona. Siempre está a mi lado La sombra de haber sido un desdichado. 20 Si el hombre pudiera decir, de Luis Cernuda Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquel que imaginaba; aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 21 Corazón coraza, de Mario Benedetti Porque te tengo y no porque te pienso porque la noche está de ojos abiertos porque la noche pasa y digo amor porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes porque eres linda desde el pie hasta el alma porque eres buena desde el alma a mí porque te escondes dulce en el orgullo pequeña y dulce corazón coraza porque eres mía porque no eres mía porque te miro y muero y peor que muero si no te miro amor si no te miro porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero porque tu boca es sangre y tienes frío tengo que amarte amor tengo que amarte aunque esta herida duela como dos aunque te busque y no te encuentre y aunque la noche pase y yo te tenga y no. 22 Campanas de Bastabales, de Rosalía de Castro Campanas de Bastabales, cuando os oigo tocar, me muero de añoranzas. I Cuando os oigo tocar, campanitas, campanitas, sin querer vuelvo a llorar. Cuando de lejos os oigo pienso que por mí llamáis y de las entrañas me duelo. Me duelo de dolor herida, que antes tenía vida entera y hoy tengo media vida. Sólo media me dejaron los que de allá me trajeron, los que de allá me robaron. No me robaron, traidores, ¡ay!, unos amores locos, ¡ay!, unos locos amores. Que los amores ya huyeron, las soledades vinieron… de pena me consumieron. II Allá por la mañanita subo sobre los oteros ligerita, ligerita. Como una cabra ligera para oir de las campanas la campanada primera. La primera de la alborada que me traen los aires por verme más consolada. Por verme menos llorosa, en sus alas me la traen retozona y quejumbrosa. Quejumbrosa y temblando entre la verde espesura, entre la verde arboleda. Y por la verde pradera, sobre la vega llana, juguetona y juguetona. III Despacito, despacito voy por la tarde callada de Bastabales camino. Camino de mi contento; y en tanto el sol no se esconde en una piedrita me siento. y sentada estoy mirando como la luna va saliendo, como el sol se va poniendo. Cual se acuesta, cual se esconde mientras tanto corre la luna sin saberse para dónde. Para dónde va tan sola sin que a los tristes que la miramos ni nos hable ni nos oiga Que si oyera y nos hablara muchas cosas le dijera, muchas cosas le contara. IV Cada estrella, su diamante; cada nube, blanca pluma; triste la luna marcha delante. Delante marcha clareando vegas, prados, montes ríos, donde el día va faltando Falta el día y noche oscura baja, baja, poco a poco, por montañas de verdor. De verdor y de follaje, salpicada de fuentecillas bajo la sombra del ramaje. Del ramaje donde cantan pajarillos piadores, que con la aurora se levantan. Que con la noche se adormecen para que canten los grillos que con las sombras aparecen. V Corre el viento, el río pasa. Corren nubes, nubes corren camino de mi casa. Mi casa, mi abrigo, se van todos, yo me quedo sin compañía ni amigo. Yo me quedo contemplando las llamas del hogar en las casitas por las que vivo suspirando. ………………………….. Viene la noche…, muere el día, las campanas tocan lejos las notas del Ave María. Ellas tocan para que rece; yo no rezo que los sollozos ahogándome parece que por mi tienen que rezar. Campanas de Bastabales cando vos oio tocar, me muero de añoranzas. 23 Noche oscura, de San Juan de la Cruz En una noche oscura con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. A oscuras, y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡Oh dichosa ventura! a oscuras, y en celada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada: oh noche que juntaste Amado con Amada. Amada en el Amado transformada! En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía. Quedeme, y olvideme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo, y dejeme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. Mujer con alcuza, de Dámaso Alonso 24 Mujer con alcuza, de Dámaso Alonso ¿Adónde va esa mujer, arrastrándose por la acera, ahora que ya es casi de noche, con la alcuza en la mano? Acercaos: no nos ve. Yo no sé qué es más gris si el acero frío de sus ojos, si el gris desvaído de ese chal con el que se envuelve el cuello y la cabeza o si el paisaje desolado de su alma. Va despacio, arrastrando los pies desgastando suela, desgastando losa, pero llevada por un terror oscuro, por una voluntad de esquivar algo horrible. Sí, estamos equivocados. Esta mujer no avanza por la acera de esta ciudad, esta mujer va por un campo yerto, entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes y tristes caballones, de humana dimensión, de tierra removida de tierra que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó, entre abismales pozos sombríos, y turbias simas súbitas llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza. Oh sí, la conozco. Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren en un tren muy largo ha viajado durante muchos días y durante muchas noches: unas veces nevaba y hacía mucho frío, otras veces lucía el sol y remejía el viento arbustos juveniles en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas. Y ella ha viajado y ha viajado, mareada por el ruido de la conversación, por el traqueteo de las ruedas y por el humo, por el olor a nicotina rancia. ¡Oh!: noches y días, días y noches, noches y días, días y noches, y muchos, muchos días, y muchas, muchas noches. Pero el horrible tren ha ido parando en tantas estaciones diferentes, que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban, ni los sitios, ni las épocas. Ella recuerda sólo que en todas hacía frío, que en todas estaba oscuro, y que al partir, al arrancar el tren ha comprendido siempre cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta, ha sentido siempre una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla, como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma, como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir. Pero las lúgubres estaciones se alejaban, y ella se asomaba frenética a las ventanillas, gritando y retorciéndose, sólo para ver alejarse en la infinita llanura eso, una solitaria estación un lugar señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico por una cruz bajo las estrellas, y por fin se ha dormido, sí, ha dormitado en la sombra, arrullada por un fondo de lejanas conversaciones por gritos ahogados y empañadas risas, como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas, sólo rasgadas de improviso por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche, o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas, … aún mareada por el humo del tabaco. Y ha viajado noches y días, sí, muchos días y muchas noches. Siempre parando en estaciones diferentes, siempre con un ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también, ay, para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables. … No ha sabido cómo. Su sueño era cada vez más profundo, iban cesando, casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor: sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras, algún chillido como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche. Y luego nada. Sólo la velocidad, sólo el traqueteo de maderas y hierro del tren, sólo el ruido del tren. Y esta mujer se ha despertado en la noche, y estaba sola, y ha mirado a su alrededor, y estaba sola y ha comenzado a correr por los pasillos del tren, de un vagón a otro, y estaba sola, y ha buscado al revisor, a los mozos del tren, a algún empleado, a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento, y estaba sola y ha gritado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado quién conducía, quien movía aquel horrible tren. Y no le ha contestado nadie, porque estaba sola, porque estaba sola. Y ha seguido días y días, loca, frenética, en el enorme tren vacío, donde no va nadie, que no conduce nadie. … Y ésa es la terrible, la estúpida fuerza sin pupilas, que aún hace que esa mujer avance y avance por la acera, desgastando la suela de sus viejos zapatones, desgastando las losas, entre zanjas abiertas a un lado y otro, entre caballones de tierra, de dos metros de longitud, con ese tamaño preciso de nuestra ternura de cuerpos humanos. Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza), abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita, como si caminara surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces, de cercanas cruces, de cruces lejanas. Ella, en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más se inclina va curvada como un signo de interrogación con la espina dorsal arqueada sobre el suelo. ¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera como si se asomara por la ventanilla de un tren, al ver alejarse la estación anónima en que se debía haber quedado? ¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro sus recuerdos de tierra en putrefacción, y se le tensan tirantes cables invisibles desde sus tumbas diseminadas? ¿O es que como esos almendros que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta conserva aún en el invierno el tierno vicio guarda aún el dulce álabe de la cargazón y de la compañía, en sus; tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros? 25 Octubre, de Juan Ramón Jiménez Estaba echado yo en la tierra, enfrente el infinito campo de Castilla, que el otoño envolvía en la amarilla dulzura de su claro sol poniente. Lento, el arado, paralelamente abría el haza oscura, y la sencilla mano abierta dejaba la semilla en su entraña partida honradamente Pensé en arrancarme el corazón y echarlo, pleno de su sentir alto y profundo, el ancho surco del terruño tierno, a ver si con partirlo y con sembrarlo, la primavera le mostraba al mundo el árbol puro del amor eterno. 26 Me basta así, de Ángel González Si yo fuese Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño -de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso-; entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego- callas… (Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres. Me basta.) 27 Quiéreme entera, de Dulce María Loynaz Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca, Y gris, verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta!… Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda… O no me quieras 28 Entre ir y quedarse, de Octavio Paz Entre irse y quedarse duda el día, enamorado de su transparencia. La tarde circular es ya bahía: en su quieto vaivén se mece el mundo. Todo es visible y todo es elusivo, todo está cerca y todo es intocable. Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz reposan a la sombra de sus nombres. Latir del tiempo que en mi sien repite la misma terca sílaba de sangre. La luz hace del muro indiferente un espectral teatro de reflejos. En el centro de un ojo me descubro; no me mira, me miro en su mirada. Se disipa el instante. Sin moverme, yo me quedo y me voy: soy una pausa. 29 La princesa está triste, de Rubén Darío La princesa está triste.. Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro; está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de Mayo, o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte; los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de marmol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste; la princesa está pálida.) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe (la princesa está pálida; la princesa está triste), más brillante que el alba, más hermoso que Abril! «Calla, calla, princesa» -dice el hada madrina-, «en caballo con alas hacia aquí se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor…» 30 Amor empieza por desasosiego, de Sor Juana de la Cruz Amor empieza por desasosiego, solicitud, ardores y desvelos; crece con riesgos, lances y recelos; susténtase de llantos y de ruego. Doctrínanle tibiezas y despego, conserva el ser entre engañosos velos, hasta que con agravios o con celos apaga con sus lágrimas su fuego. Su principio, su medio y fin es éste: ¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío de Celia, que otro tiempo bien te quiso? ¿Qué razón hay de que dolor te cueste? Pues no te engañó amor, Alcino mío, sino que llegó el término preciso. Foto de portada: grafiti de «El niño de las pinturas» 4.3/5 (439 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor) WhatsAppFacebookTwitterTelegramEmailCompartir También te puede interesar Los 10 mejores poemas del Siglo de Oro español Los 10 mejores poemas del Siglo de Oro español Los mejores poemas de amor Los mejores poemas de amor Los mejores poemas de sexo Los mejores poemas de sexo Laura di Verso Leo poesía, con o sin rima. Y me gusta que me cuenten cuentos. Frecuento las redes, poco, desde marzo de 2020, como @lauradiverso. Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. 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Se quedó en esa alforja oscura, Que tengo yo que mi amistad procura… Y más…. 186 Responder David David 2 años hace Ok -14 Responder Poeta anónimo Poeta anónimo 2 años hace Altazor es el mejor poema en español que existe 7 Responder Margarita del Rocío Margarita del Rocío 2 años hace Me faltó «Muerte sin fin» de Gorostiza 1 Responder jesus beltran jesus beltran 2 años hace Solo el memo inventa un reto a su medida para parecer valiente. -21 Responder Dulce María León Dulce María León 2 años hace Hace un tiempo leí un poema que se titula «»EL HUECO»» no recuerdo el poeta, lo he buscado de muchas maneras y no aparece, escribo un fragmento por si alguien lo tiene me lo envíe por favor EL HUECO AQUEL QUE TU DEJASTE EN MI ALMOHADA QUE FUERA CABEZAL DE TANTOS SUEÑOS DE AMOR, hasta ahí lo recuerdo, gracias 24 Responder Rosana Rosana 2 años hace Responder a Dulce María León Borges escribió algo muy parecido: …Dime por favor cuál es el rincón en que no dejaste tu presencia. Dime por favor cuál es el hueco de mi almohada que no tiene escondidos tus recuerdos … 13 Responder Bertoldo Herrrera Gitterman Bertoldo Herrrera Gitterman 1 año hace Responder a Dulce María León Suena abueno. 0 Responder jorge beltran jorge beltran 2 meses hace Responder a Dulce María León Es de una atora boliviana Dany 0 Responder Raúl Raúl 2 años hace Muy buena selección. Enhorabuena. 4 Responder Hugo Hernán Aparicio Reyes Hugo Hernán Aparicio Reyes 2 años hace Respeto el gusto de Laura, su selección, sujeta desde luego a algún criterio no hecho público. Hago dos pequeñas glosas. No por acercar los poemas al lector, se deben titular. El poema 15 del libro de Neruda, Veinte poemas de amor… carece de título, al igual que el poema LIII del libro, Rimas y leyendas, de G A. Bécquer. 2 Responder Jazmín Jazmín 9 meses hace Responder a Hugo Hernán Aparicio Reyes Ella dijo: «Ahí van mis treinta; los de Laura di Verso». Son los de ella, los tuyos serán distintos, y los míos también, no es maravilloso ver el alma de otro? tal vez cuatro a cinco de mis favoritos están en la lista de Laura, pero eso no desmerece su lista , porque es «su» lista 0 Responder Floridor Rivera Floridor Rivera 2 años hace revisa la obra Oscar Castro -6 Responder SIG SIG 2 años hace Más allá de la selección, que es muy subjetiva, me ha parecido un crimen el tomarse la libertad de traducir a Rosalía de Castro del gallego original al español, queda una cosa grotesca que no hace justicia a tal poetisa. Además, no es necesario mencionar que no pinta nada en un artículo de mejores poesías en español un poema originalmente en gallego. ¡Será que no hay buenos poetas en legua castellana que se han quedado fuera! -5 Responder María del Carmen Guzmán María del Carmen Guzmán 2 meses hace Responder a SIG Rosalía de Castro también escribía en español, así que podrían haber puesto alguna de ellas, digo yo. -1 Responder Sergio Suelves Sergio Suelves 2 años hace Ausencias terribles: Vallejo, Valdelomar, watanabe, Varela, Gioconda Bellí, karmelo Iribarren, José Emilio Pacheco, Lauen Mendinueta, Raquel Lanseros, entre otros. 9 Responder cuenta secundaria xocas cuenta secundaria xocas 2 años hace Responder a Sergio Suelves gracias, mi madre viene por mi. -3 Responder Alejandro Medina Alejandro Medina 2 años hace Thomas Merton dijo que después de Dante, el más grande Poeta fue César Vallejo, y no aparece en lista. Creo que es una omisión importante. 0 Responder Nora Nora 2 años hace Responder a Alejandro Medina Coincido contigo, Alejandro. -6 Responder Luis Armando Sánchez Luis Armando Sánchez 2 años hace De Rubén Darío hay mejores poemas, además lo dejó de último. Debió ponerle otro título a esta publicación. -2 Responder Bacilio Rojas Bacilio Rojas 2 años hace Responder a Luis Armando Sánchez El verdadero nombre del poema de Rubén Darío es «Sonatina,» y no el verso que aparece como título. Saludos. -1 Responder Enrique Pilarte Enrique Pilarte 1 año hace Responder a Luis Armando Sánchez Es simplemente imposible decir que se presentarán los 30, o los 300, mejores poemas en español. Hay tantos excelentes, geniales, que siempre se echarán en falta muchos, no importan los gustos o criterios de quienes los seleccionen. Ya en gustos personales, me gustan más de Rubén Darío «Lo Fatal», «La Marcha Triunfal» o «Los Motivos del Lobo». 3 Responder Pablo Pablo 2 años hace Sin dudas falta de Neruda, puedo escribir los versos más tristes está noche….para ni lejos el.mejor. 5 Responder Luis Luis 2 años hace Vallejo, siempre dame a Vallejo 3 Responder Juan Francisco Juan Francisco 2 años hace Faltó José Ángel Buesa!!! 8 Responder Rafael Piña Rafael Piña 1 año hace Responder a Juan Francisco Sin duda alguna uno de los mejores versificadores románticos del siglo 20 es el cubano José Ángel Buesa, el cual dedicó sus cantos a las inquietudes y experiencias del amor. Buena selección aunque hay muchos poemas que han quedado por fuera. Imposible resulta la tarea de compilarlos todos. En mi experiencia personal he escuchado declamando a poetas del verso rimado y blanco por acá en mi pueblo que son muy buenas plumas y literalmente son desconocidos ante el mundo. En mi país hay varios de repercusión nacional e internacional como Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre y uno de los mejores que he podido leer como lo es Cruz María Salmerón Acosta. Saludos y respetos desde Venezuela. 2 Responder Samuel Morales Samuel Morales 2 años hace Es una selección personal, no materia de fe. Cada quien tiene sus gustos y preferencias, lo que no va en desdoro de la poemas propuestos. 5 Responder María Cristina Viegas María Cristina Viegas 1 año hace Bellísimo! Me emocionó 4 Responder Ju@n Ju@n 1 año hace Es muy buena la seleccion, por los ya conocidos y por los que descubrí. Gracias. Abrazos 1 Responder tu se tu se 1 año hace ¿Cómo no va a ser buena una selección de 30 poemas de la literatura española? ¿Cómo no vamos a echar de menos algunos poemas de la literatura española en una selección de solo 30 poemas? Podrías haberla hecho de 300 y estaríamos igual. Yo me alegro de haberme encontrado la tuya. Gracias. 9 Responder Jazmín Jazmín 9 meses hace Responder a tu se Exacto! coincido, no falta, no sobra, es solo que en la riqueza de la poesía, hay para todos los gustos, todos tenemos una lista de los que a nuestro parecer, son los 30 mejores, y cada lista de cada uno de nosotros será distinta, ninguna está errada, solo somos diferentes. Gracias Laura 0 Responder Jazmín Jazmín 9 meses hace Saludos, he estado buscando un poema y no lo consigo en la red, si alguien me ayudara, escribo la última estrofa (de niña la sabía completa, he olvidado estrofas y no la encuentro para refrescar mi memoria) gracias adelantadas a cualquiera que me ayude: Empieza: Rival al tirar los dados, nunca lo encontró la reina Termina: Yo no necesito nada, es mía toda la tierra por techado tengo el cielo, sol y luna por linterna por hogar el bosque umbrío, por lecho la verde hierba y para ser rey del todo, hasta el beso de una reina! 0 Responder ricardo rodiño ricardo rodiño 9 meses hace como toda lista es personal. Yo agregaría Ajedrez de Borges! una genialidad -2 Responder Gallo Gallo 7 meses hace Coincido con quienes dicen que no falta ni sobra. El arte no es un ranking. Dicho eso y en gran parte a causa de ser chileno, me permito recomendarles algunos autores. Pablo de Rokha, Raúl Zurita, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier. -1 Responder Anibal Anibal 5 meses hace ¡Y amarle pude! Al sol de la existencia se abría apenas soñadora el alma… Perdió mi pobre corazón su calma desde el fatal instante en que le hallé. Sus palabras sonaron en mi oído como música blanda y deliciosa; subió a mi rostro el tinte de la rosa; como la hoja en el árbol vacilé. Su imagen en el sueño me acosaba siempre halagüeña, siempre enamorada; mil veces sorprendiste, madre amada, en mi boca un suspiro abrasador; y era él quien lo arrancaba de mi pecho; él, la fascinación de mis sentidos; él, ideal de mis sueños más queridos; él, mi primero, mi ferviente amor. Sin él, para mí el campo placentero en vez de flores me obsequiaba abrojos; sin él eran sombríos a mis ojos del sol los rayos en el mes de abril. Vivía de su vida apasionada; era el centro de mi alma el amor suyo; era mi aspiración, era mi orgullo… ¿Por qué tan presto me olvidaba el vil? No es mío ya su amor, que a otra prefiere. Sus caricias son frías como el hielo; es mentira su fe, finge desvelo… Mas no me engañará con su ficción… ¡Y amarle pude, delirante, loca! ¡No, mi altivez no sufre su maltrato! Y si a olvidar no alcanzas al ingrato, ¡te arrancaré del pecho, corazón! 0 Responder paula paula 5 meses hace Responder a Anibal he aprobado 2 Responder hazel huete hazel huete 4 meses hace Responder a paula y que paso con Amado Nervo? ,el poema En Paz. alguien sabe la letra? -1 Responder Nohra Cecilia Nohra Cecilia 1 mes hace Alguien conoce un poema que dice: “No, no puedo borrarte de la piel de mis recuerdos. Y los dias pasan y las noches llegan tan tristes, que no me dan ganas de tener mañana…”? Lo Leia una y otra vez en mi adolescencia y no lo he podido encontrar ni en el internet, ni en los libros antiguos de poemas. Me encantaría poder volverlo a leer, solo me se ese pedacito… 0 Responder Ouka Lele, la chica que miró a una estrella imaginaria agosto 23, 2024/ Javier Memba Interesada por la creación artística desde que siendo niña admiraba con regularidad obsesiva los colores de las telas de El Prado, aquella Bárbara que miró a esa estrella se debatía entre el cómic —“figuración narrativa”, que aún llamaban al noveno arte en los catálogos de la pinacoteca madrileña—, la pintura y la fotografía. En 1976 publicó sus primeras instantáneas en el álbum colectivo Principio, 9 jóvenes fotógrafos españoles, una edición de Diorama. “Seis meses relacionándome con ese mundo y ya sabía hacer fotos. ¡Estaba loca!”, recordaría en 1983 en su texto de otro álbum colectivo: 11 fotógrafos españoles (Ediciones Poniente)…. Leer más Goya y Beethoven, mirar con los oídos, escuchar con los ojos agosto 23, 2024/ Marta Torres del Rincón Beethoven y Goya nunca se cruzaron, es probable que ni siquiera supieran el uno de la existencia del otro, y sin embargo sus vidas están llenas de coincidencias asombrosas. En este libro se muestran los paralelismos existentes entre estos dos artistas incluso más allá de la muerte, al tiempo que desmiente algunos de los rumores que han contaminado su memoria. En este making of, Marta Torres cuenta el origen de Goya y Beethoven. Un mismo tiempo, un mismo destino (La Esfera). ****** ¿Por qué con Beethoven? ¿Por qué quise comparar a esos dos grandes artistas? En aquel momento ni yo… Leer más El robot caprichoso agosto 23, 2024/ Agustín Rivera La obra: Esta es una obra extraña, una fenomenal rareza que asombra. Shinichi Hoshi es uno de los grandes autores japoneses y su obra es muy poco conocida en España. Llega de la mano de la Satori, imprescindible editorial especializada en literatura japonesa. Hoshi, maestro del relato y pionero de la ciencia ficción japonesa, despliega en El robot caprichoso, publicada por primera vez en Tokio en 1966, una formidable estructura basada en un lenguaje sencillo, que no plano: son cuentos cortos y de una estructura similar que en ningún caso resulta monótona. El principio: “—¡Por fin! — exclamó con emoción… Leer más Representar el mundo agosto 23, 2024/ Ricardo Martínez Llorca Que ética y estética son un mismo asunto es un principio que se defiende en el segundo ensayo, Dos jergas de la autenticidad, en el que Pasolini y Cien años de soledad, y la lectura que el italiano hizo del clásico colombiano, son los ejes sobre los que gira esta divagación: «Hay que desconfiar, como dijo Gómez Dávila, de la prosa que no sonríe». Espero que se nos disculpe, pues esta es la frase con la que se cierra el ensayo y la que contiene la hipótesis: sonreír es bueno estética y éticamente. Tal vez el único gesto del que… Leer más Those About to Die: Pan, circo y peplum de serie B agosto 23, 2024/ Juan Manuel González Emmerich, director de entretenidos films de catástrofes y ciencia ficción como Independence Day o El día de mañana, trata de aplicar a los primeros capítulos de Those About to Die la misma técnica narrativa que en sus películas corales de acción: presentar en el primer acto media docena de personajes (aquí bastantes más) con el convencimiento de que el espectador se sentirá interesado por sus acciones una vez ocurra el fin del mundo. El problema es que la serie de romanos de Emmerich no es un largometraje sino precisamente eso, una serie, y el resultado de los primeros dos capítulos… Leer más El mito de Alceste agosto 23, 2024/ Silvia @MientrasleoS En el libro, el autor presenta a Alicia Berenson, artista, acusada de haber asesinado a su marido disparándole varias veces en el rostro, cuando se encuentra recluida en un centro psiquiátrico de seguridad donde se ha negado a emitir palabra alguna durante el tiempo de su confinamiento. Allí la encuentra Theo Faber, que ha removido cielo y tierra hasta lograr su traslado para poder tratar a esta mujer cuyo caso le obsesiona desde hace años, logrando que el lector se pregunte desde las primeras páginas qué sucede bajo la superficie del terapeuta para tener tanto interés en Alicia. Y es… Leer más Zenda recomienda: Un tiburón en la bañera, de David Machado y Paulo Galindro agosto 23, 2024/ zendalibros.com La propia editorial apunta, acerca del libro: «Un niño y su abuelo pescan un tiburón. Como es demasiado grande para compartir la pecera con un pececillo verde llamado Osvaldo, deciden que lo mejor es que el tiburón duerma en la bañera, con el agua siempre limpia y salada. El niño decide llevar el tiburón a la escuela para mostrarlo a sus amigos. Creía que era una idea fantástica pero torno en catastrófica pues el escualo mordió los semáforos, las mochilas… Y esto solo acaba de empezar…». David Machado (Lisboa, 1978) es autor de varias novelas y libros de relatos, y… Leer más 5 poemas de Antón Castro agosto 23, 2024/ Laura di Verso En este poemario encontramos al Antón Castro más genuino e inconfundible, el que escribe sobre paisajes y honra a personajes, el que habla del amor y contempla la belleza, el que recuerda su infancia y viaja hacia lo mejor de sí mismo. Probablemente sea éste su mejor poemario. En Zenda reproducimos cinco poemas de En el centro del jardín (Olifante), de Antón Castro. ****** EL PASEO Habían quedado una mañana de domingo en una plaza abierta a todos los vientos en un día de intenso calor. Tardaron en encontrarse, la vida siempre tiende emboscadas que retrasan la cita, el sueño,… Leer más 100 mejores películas del siglo XX XL Semanal ¿Cuáles son tus 10 favoritas? ¡Vota! 2.000 EUROS EN PREMIOS Concurso de poesía #veranoenverso Fantomas, novedad de Zenda-Edhasa Descarga gratis Cartas a una reina Descarga gratuita Lo último en XL Semanal XL Semanal Claude, la nueva inteligencia artificial que se ríe de ChatGPT Artículos de Pérez-Reverte El Cabo del Fin del Mundo El bar de Zenda 22 Ago 2024 Una historia de Europa (LXXXVI) El bar de Zenda 15 Ago 2024 ‘Oikofobia’: odiar la casa donde vives El bar de Zenda 08 Ago 2024 Hemeroteca agosto 2024 (224) julio 2024 (317) Bienvenidos a Zenda «Zenda es un territorio de libros y amigos. 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